
Emprendió la reforma de la Policía Urbana, reglamentó la instrucción del Ejército y de la Guardia Cívica y reguló el servicio de faros y correos. Metió en vereda a la burocracia y le exigió puntualidad y trabajo. Como no era hombre de escritorio viajó por las provincias de Carchi, Imbabura, León (Cotopaxi), Tungurahua, Bolívar, Los Ríos, El Oro, Guayas y Manabí para conocer de primera mano las necesidades del Ecuador real.
Contrató con Finley y Wiswell la apertura de la trocha para la línea férrea Ibarra-San Lorenzo; y con Marcos Kelly, el ferrocarril Chimbo-Sibambe financiado por un préstamo extranjero de nueve millones de francos, pero la vía sólo llegó a prolongarse desde Durán hasta Yaguachi. En esta estación del tren, las montoneras alfaristas atacaron al presidente, que se dirigía a Guayaquil. Era la noche del 6 de febrero de 1886. Los pistoleros mataron al teniente coronel Marco Antonio Jaramillo, edecán del presidente. Éste se salvó disparando a los asaltantes, arrojándose al río y nadando hasta la otra orilla. Al día siguiente se impidió un nuevo atentado en Guayaquil.
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